En la mañana del 22 de mayo la Diócesis de Osma-Soria, la Parroquia de San Esteban protomártir y el Ayuntamiento de San Esteban de Gormaz han firmado un convenio de colaboración para acometer las obras de consolidación del muro de la zona de la cabecera de la iglesia de Ntra. Sra. del Rivero de San Esteban de Gormaz. Firmaron el convenio Mons. Abilio Martínez Varea, obispo de Osma-Soria, D. David Igualador Martínez, párroco de San Esteban, y D. Daniel García Martínez, alcalde de la villa. En los próximos días comenzará la intervención, cuyo presupuesto es de 119.716,43€. El Obispado aportará una cantidad de 75.000€, de los cuales 50.000€ proceden de una subvención directa concedida por la Junta de Castilla y León y que desde el Obispado se ha decido dedicar a esta obra, la Parroquia 29.992,43€ y el Ayuntamiento 25.000 €.
APUNTE HISTÓRICO
San Esteban de Gormaz pertenece a una de las comarcas sorianas con mayor concentración de edificios románicos conservados. Históricamente, fue zona fronteriza entre los siglos X y XI entre musulmanes y cristianos, hasta que estos últimos se hicieron con ella al caer la fortaleza de Gormaz hacia el año 1060, en tiempos del rey Fernando I y la reina Sancha. Todavía se conserva parte del perímetro urbano amurallado, fruto del esfuerzo de ambas comunidades en defender una localidad expuesta por su favorable condición estratégica, al pie de un río Duero vadeable. Muy poco después de 1060 se levantaron las iglesias de San Miguel y del Rivero, dos de las cuatro románicas con las que contó esta población. Canónicamente ha dependido siempre de El Burgo de Osma, sede de la diócesis oxomense.
DESCRIPCIÓN
La primitiva iglesia de la Virgen de Rivero constaba en origen de nave única y ábside semicircular, mostrando unas características estructurales que permiten sospechar que fue levantada prácticamente al mismo tiempo que la inmediata iglesia de San Miguel, por lo que nos hallaríamos ante uno de los edificios más antiguos del Románico provincial. De este primer momento subsiste gran parte de su fábrica: el enmascarado ábside, del que se puede apreciar la cornisa sostenida por canecillos labrados, la decoración de los capiteles de su ventana septentrional (infrecuente y de buena factura), la portada sur, los muros norte y oeste, y la parte de la galería porticada. Esta, mayor que la de San Miguel, consta de ocho arcos más el de acceso, de los que solo los cinco más al este son románicos, más dos que cierran el lado oriental. Merece la pena detenerse en sus canecillos y capiteles.
A partir de este primer momento, en la segunda mitad del siglo XI, se puede afirmar que no hay siglo que no haya dejado su huella en la iglesia. Su emplazamiento elevado, y el fuerte talud sobre el que se dispone la plataforma donde se asienta el templo, han producido problemas que se han ido afrontando con el paso del tiempo, como es la intervención que se va acometer.
La primera ampliación del edificio, en fecha muy próxima a la de su construcción, fue la adición de una galería porticada meridional, repitiendo nuevamente el esquema de la iglesia vecina. Todavía en periodo medieval se dispusieron las pinturas del casquete absidal, se reforzaron los soportes del arco de gloria para construir una poderosa espadaña sobre él, cuyo arranque subsiste, y a finales del siglo XV se abrió un arcosolio funerario en el muro norte que se decoró con valiosas pinturas góticas. El siglo XVI añadió la capilla de los Calderones, al sur del presbiterio, y el siguiente, época de grandes cambios en este edificio, sumó el camarín de la Virgen, así como la sacristía.