Visita de la Delegación episcopal de ecumenismo a la comunidad ortodoxa rumana en Pamplona

El pasado jueves 7 de febrero, la Delegación de ecumenismo de nuestra Diócesis de Osma-Soria fue amablemente invitada por el P. Gabriel Danila, sacerdote de la comunidad ortodoxa rumana en Soria, y su esposa Camelia, a ir a Pamplona a conocer el templo en el que celebra la comunidad ortodoxa de Pamplona, con su párroco, el P. Ion Raducu, al frente. El motivo inicial era mostrarnos la preciosa iglesia, situada en el pueblo de Barañáin, porque es el único de sus templos en España en cuyo interior se pueden encontrar todas las características de las iglesias ortodoxas en Rumanía.

Cuando llegamos a la pequeña iglesia, y fuimos recibidos por el P. Ion Raducu, que nos abrió las puertas con emoción, pudimos descubrir muchas cosas, no sólo la evidente y llamativa belleza del templo o el entusiasmo del P. Ion al explicarnos cada detalle de la iglesia y la génesis de la misma, o los preciosos iconos y el bello iconostasio… lo que con más fuerza pudimos descubrir, sentir y vivir fue el amor que estos hermanos, con su cálida acogida y sincera fraternidad, tenían tantas ganas de darnos.

Todas las paredes del interior están cubiertas con iconos preciosos y muy coloristas que representan a los evangelistas, los apóstoles, los santos, ángeles, arcángeles, imágenes con pasajes bíblicos o escenas de milagros. El P. Ion nos fue contando con gran detalle y mucha dedicación cada imagen, cada detalle, cada símbolo. Tras el iconostasio, con su evocadora puerta central, de una gran belleza, elaborado con madera de Rumanía y en el que lucían los iconos más bonitos, el altar, con la Cruz y la Sagrada Escritura, y el misterio. Sólo los hombres pasaron el umbral del iconostasio y allí el P. Ion siguió con sus detalladas explicaciones. La pared del ábside del templo la llena con su belleza una grandiosa imagen de la Madre de Dios (Theotokos).

El interior no tiene sillas, sólo unas cuantas para algunas personas mayores o enfermas. A las celebraciones, que suelen ser de unas dos horas de duración, se asiste de pie. En la entrada, agua bendita, al fondo, un lugar reservado para colocar velas, para pedir por los vivos, en un lado, y por los difuntos, en otro lado. En la parte de atrás, arriba, el coro, flanqueado por dos banderas, la rumana y la española, que nos recuerdan también el carácter nacional de las iglesias ortodoxas, y en una de sus paredes un magnífico cuadro de la crucifixión. También pudimos saber que dentro de las iglesias ortodoxas todas las flores que hay son flores naturales, vivas, símbolo de la vida que se celebra dentro del templo. «En el tejado de la iglesia, cuando empezábamos las obras, había crecido un árbol, grande, tuvimos que arrancarlo, pero ya era un presagio de vida aquí dentro», decía el P. Ion; «ahora hay vida aquí».

Y así es, cubriendo una parroquia de unas 6000 personas, cada día, a las siete de la tarde se celebran en el templo reuniones de oración; los domingos celebran la Divina Liturgia a las diez de la mañana; durante la semana también se reúnen para que los niños reciban lecciones de cultura, historia y geografía rumanas.

Especialmente impactante fue el momento en el que el P. Ion nos enseñó un icono en el que se representaba a los mártires del régimen comunista en Rumanía, que se estima pudieron ser de unos dos millones, cristianos que murieron en los campos de trabajo y las cárceles comunistas. Y nos comunicó que pronto recibirían un nuevo icono en el que se representa a Jesucristo vestido con las mismas ropas raídas y rayadas de todas estas almas santas que murieron por defender su fe. En palabras del P. Ion, «en estas paredes tenemos muchos santos, pero en realidad santos hay muchísimos más».

Embebidos en el ambiente de paz que se respiraba en el templo y muy emocionados por el encuentro, vivimos un momento de gran belleza cuando el P. Ion y el P. Gabriel, con sus preciosas voces, cantaron desde el coro uno de sus cantos litúrgicos, profundo, perfecto, casi celestial… reflejo de la honda espiritualidad ortodoxa que ha permitido que tantos cristianos, con tanta fe y amor a Dios, hayan ido superando tantas pruebas y hayan sido testimonio vivo del amor de Cristo en medio de las circunstancias más adversas de la historia. Un momento antes de hacernos varias fotografías todos juntos, ortodoxos, baptistas y católicos, unas palabras del P. Ion se quedaron clavadas en nuestros corazones: «hemos estado tanto tiempo separados,… mil años, y ahora estamos aquí, juntos, por amor».

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Delegación episcopal de ecumenismo

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