Una vez más nuestra Diócesis ha organizado una peregrinación a Tierra Santa entre el 6 y el 13 de marzo; debido a sus múltiples quehaceres y ocupaciones nuestro Obispo no pudo acompañarnos ¡una pena! No obstante, hemos tenido el privilegio de contar con cuatro sacerdotes diocesanos pues, además de D. Tomás, delegado episcopal de peregrinaciones y organizador de la misma, nos acompañaron otros tres presbíteros, dos que celebran Bodas de plata y otro que celebra Bodas de oro. Los cuatro nos han ayudado a vivir con intensidad y profundo sentido cristiano esta peregrinación.
Gélida mañana de marzo cuando 17 peregrinos partíamos rumbo al aeropuerto donde, tras los controles correspondientes, mientras esperábamos para partir, hubo hasta tiempo para que uno de los presbíteros administrara el sacramento de la reconciliación a una persona que espontáneamente se acercó a él para solicitárselo. Y es que cuando menos se piensa, salta la liebre y Dios se hace presente. Llegados a Tierra Santa, la tierra por donde anduvo Jesús, cada uno de nosotros personalmente hemos tenido el gozo de revivir en nuestro interior, con profunda emoción, el amor de Dios a la humanidad, que se hizo carne y presencia histórica en esta bendita tierra en su Hijo Jesucristo. Hemos podido sentir de cerca lo que significó la encarnación en la pequeñez y humildad de un portal ante quienes prácticamente no cuentan, los pastores; cómo se hizo obediente y cumplidor de la ley teniendo siempre presente la voluntad del Padre; y cómo aceptó la cruz para nuestra salvación. Visitando los lugares santos se hace más cercano y se entiende mejor el Evangelio. Son muchos quienes visitan estas tierras donde conviven las distintas culturas y religiones, musulmana, judía y cristiana. Pidamos para que reine entre ellas la paz y todos los que creemos en Cristo caminemos cada vez más decididos hacia la unidad, de manera que un día llegue a hacerse realidad lo que Jesús pide al Padre en el Evangelio: “Padre, que todos sean uno como Tú y Yo lo somos”.
