Caminos de libertad: la pastoral penitenciaria en el Camino de Santiago

He tenido la inmensa suerte de participar, del 20 al 25 de abril, en la segunda edición de «Caminos de libertad«, una iniciativa que la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias puso en marcha el año pasado. En ella, más de 90 internos de nueve centros penitenciarios recorren el Camino de Santiago en sus diversos tramos, hasta el 11 de mayo. Según Instituciones Penitenciarias, «la realización del Camino de Santiago potencia en las personas aspectos de la vida esenciales para la convivencia y el desarrollo individual. Estos aspectos -culturales, de adquisición de hábitos saludables, sociales y espirituales- se consideran fundamentales para implicar a los internos en un proceso que les permita desarrollar conductas y actitudes favorables a su integración social«.

En concreto, fuimos quince personas: diez internos y cinco educadores del Centro de Soria quienes andamos el tramo desde Burgos hasta Sahagún (León), recogiendo el testigo del Centro de Palencia y dándoselo al de Madrid VII (Estremera). He querido redactar este breve artículo como testimonio de agradecimiento de unos días inolvidables que me han dejado una profunda huella y para subrayar el valor inmenso de este tipo de iniciativas. El objetivo escrito en papel que antes escribía se queda muy corto cuando se ve el rostro alegre y el trabajo abnegado de quienes apuestan por estas tareas.

No sin cierto temor, bastante hipócrita, acepté la invitación que hace meses me dirigió el Capellán del Centro para acompañarle en esta aventura. Por otra parte, surgía en mi interior la necesidad de acercarme a conocer esta realidad social porque el Señor nos dice que «estaba en la cárcel y fuisteis a visitarme» y yo «aún» no la había hecho. Para mí era una asignatura obligada pendiente. Al final te fías y descubres que Dios te esperaba para regalarte un corazón y una mente nueva. Me he sentido, desde el principio, muy querido y, entonces, el corazón se llena de alegría. Quizás es ésta la nota más característica de este camino tan peculiar: han sido días muy alegres, con sana alegría, con alegría esperanzada. La alegría que viene de conocer el fondo del corazón de las personas al hacerse uno más con ellas y no de apariencias que no dan este tipo de alegría, sólo cordialidad formal estéril.

¡Qué cantidad de recuerdos!: las primeras conversaciones caminando, con mucha prudencia y discreción, que a lo largo de los días fueron haciéndose más intensas, profundas, abiertas, con muchos dolores compartidos y con muchas ganas de «salir» y darse una nueva oportunidad; los chistes y bromas constantes al considerarnos todos como hermanos de una misma familia en donde había mucha confianza; las compras y comidas preparadas por todos; las noches en literas en los albergues como cualquier peregrino; las revisiones nocturnas del día en las que salían los dolores y preocupaciones del alma pero expresados con esperanza, con luz; las innumerables sesiones fotográficas en los preciosos rincones y paisajes de nuestra Castilla, y también los momentos de recogimiento interior y la celebración diaria de la Eucaristía en la que todos y con todos nos fundíamos en abrazos de paz como nos da Jesús en este tiempo de Pascua: «La paz os doy».

Caminos de libertad. Para mí estos caminos tienen nombre propio: Guiller, Carlos, Yousef, Juan Carlos, José Antonio, Emilio, Luis, Alberto, Ovidiu, Juan Francisco, Marta, Pepe, Fernando, Ángel y, por supuesto, Jesús de Nazaret, el Camino, que iba a nuestro lado. «La libertad es el aire respirable del alma humana«, escribía Víctor Hugo. Ha habido Caminos de libertad porque hemos respirado lo noble del alma humana que sabe reconocer el error cometido pero que se lanza al mañana con ilusión y, también, porque, como creyentes, nos hemos dejado guiar por el Aire, el Espíritu de Dios, que hace nuevas todas las cosas y da como fruto la alegría perfecta. ¡Felicidades, de corazón, a todos!

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