Desde que el Papa Francisco convocó el Jubileo extraordinario de la misericordia toda la Iglesia se ha volcado para que el mensaje y la experiencia de la misericordia que parte de Dios lleguen a los confines del mundo. Nuestra Iglesia en España y también nuestra Diócesis de Osma-Soria ha seguido y aprovechado estos momentos del Año Jubilar para unirse en total comunión por tal empeño evangelizador.
El año pasado, siendo Obispo Mons. Gerardo Melgar Viciosa, el Vicario de pastoral propuso el desarrollo de una peregrinación por toda la Diócesis con un estandarte en el cual se podría contemplar la imagen de la Divina Misericordia. Este estandarte ha servido de guía y referente a tantos peregrinos diocesanos y gente de buen corazón que han respondido con generosidad a acompañarlo -y hacerlo suyo en sus vidas- en cada una de las etapas por caminos y carreteras que han configurado esta peregrinación. La respuesta de estos peregrinos ha sido muy generosa. Motivo de reflexión ha sido ver y vivir la entrega incondicional de la gente venida de otros lugares de la provincia de Soria, de puntos muy distantes de los lugares por donde el estandarte estaba atravesando en ciertas ocasiones (peregrinos de Ágreda, Ólvega, Noviercas, Almazán o de la capital soriana, y de otros tantos lugares y pueblos de la orografía soriana), o bien gente procedente de otros puntos de España. Más motivo de agradecimiento nos suscita pensar cómo los peregrinos dejaban atrás los inconvenientes de las distancias, reservaban un día a la semana para tal dedicación y partían desde sus hogares para salir con un inmensa sonrisa a los caminos, como aquellos pobres y lisiados del camino que se acercaban a Jesús sabiendo a ciencia cierta que en Él reside la verdadera misericordia.
La peregrinación comenzó en Ágreda el 12 de diciembre de 2015, unos días después de la apertura del Año Santo, y concluyó con la llegada del estandarte a la S. I. Catedral el domingo 13 de noviembre cuando nuestra Iglesia diocesana finalizaba este Año Jubilar. Todo ello ha configurado un camino de más de 600 km. por toda la geografía de nuestra provincia. Han sido 34 etapas recorridas por los pueblos, dos desarrolladas en la capital soriana, una para poder acudir y visitar las diferentes comunidades monásticas ubicadas en Soria, y otra etapa para poder celebrar la fiesta de la misericordia vivida durante tres días en la capital. En el resto de las etapas, el estandarte ha sido portado para recorrer cada uno de los arciprestazgos y visitar muchos pueblos sorianos con el objetivo de poder llevar a todos los rincones el mensaje de Dios Padre que no se cansa de perdonar.
Mil experiencias han ayudado a tejer el tapiz de esta historia marcada por la alegría, la fortaleza, la fidelidad a la tarea emprendida por parte de los peregrinos, la fraternidad así como la esperanza -de todo un año de espera- de atravesar la Puerta Santa del perdón en la Catedral, de manera personal y comunitariamente como hermanos peregrinos, como un signo de la conversión de los corazones y el gozo de hacerlo juntos. El amor, como reflejo del Amor del Padre, ha sido el común denominador de cada una de las etapas, haciéndose presente también en los sacerdotes de los pueblos que pastorean así como de los fieles de las parroquias que recibían y despedían el estandarte, con caluroso afecto y gran fraternidad al sentirse todos ellos pertenecientes a la gran familia diocesana que les visitaba en cada jornada. ¡Qué bonito sentirse familia! ¡Qué alentador sentirse Iglesia! También el recuerdo y agradecimiento de esos hogares y residencias de personas mayores -que físicamente no pueden atravesar las Puertas Santas de los templos- por la generosidad en la apertura de sus puertas para dejar entrar el estandarte y a los peregrinos a estos lugares donde tanto dolor se vive y tan necesaria es la misericordia de Dios. A todos ellos nuestro más sincero agradecimiento.
Todos los momentos y acontecimientos configuraron cada una de las etapas: la oración de inicio y bendición a los peregrinos en las iglesias de los pueblo de salida; caminatas expuestas al calor y al frío sorianos; pequeño almuerzo y catequesis a mitad de camino para reponer fuerzas física y espiritualmente; el rezo del Santo Rosario en la segunda parte del camino antes de llegar al pueblo de destino en el que depositábamos en María toda nuestra vida y nuestras necesidades más íntimas; así como la acogida de los oriundos del lugar saliendo al encuentro por los caminos, viviendo así la alegría puesta en las sonrisas de los peregrinos; concluyendo con nuestra ya querida canción «El Señor es mi Pastor, nada me falta» y rezando el Salmo 136 en la iglesia de llegada que servía de verdadero bálsamo espiritual para el cansancio de los peregrinos.
Es justo que se haga desde estas líneas una mención especial en señal de reconocimiento y total agradecimiento a la labor de Cruz Roja de Soria, en especial a la Asamblea local de Cruz Roja en Ágreda, por su trabajo prestado -en muchas ocasiones fuera de sus compromisos- así como al empeño, especialmente de su presidenta junto con los voluntarios de ésta y otras asambleas, para que esta iniciativa pudiera iniciarse y llegara a su fin. Todos los que hemos caminado hemos entendido que sin la presencia y asistencia de este servicio preventivo de Cruz Roja en todas y cada una de las etapas no hubiera sido posible la peregrinación. Reiteramos nuestro agradecimiento por esta labor encomiable.
A la vez ¡cuántas sorpresas y acontecimientos inesperados en cada etapa! Emociones y alegrías, reencuentros y abrazos, bienvenidas y despedidas; vivencias que sólo Dios y los caminos andados conocen en profundidad. Desde estas líneas la felicitación más sincera a todos aquellos que habéis participado, colaborado y comprometido en esta preciosa historia: pequeños y mayores, los que han prestado constantemente sus vehículos para ayudar a los traslados de los peregrinos, los cantantes que alegraban con su música las caminatas, las familias que han preparado en cada etapa los almuerzos para que muchos peregrinos no pasaran hambre ni sed, sin olvidarnos del agradecimiento a las familias de los peregrinos que quedaban en sus casas a la espera de que éstos volvieran… y a tantos y tantos que han prestado su servicio desde lo más oculto. A todos ellos damos las gracias de corazón.
Gracias de todo corazón, en último lugar, a todos los sacerdotes que con ilusión e inmenso amor nos han acogido en cada una de las etapas de la peregrinación; gracias porque algunos con gran celo sacerdotal nos han acompañado físicamente y guiado espiritualmente por los caminos de esta gran aventura.
La tarea se ha cumplido y la peregrinación ha llegado a su fin. Los corazones han cambiado y los peregrinos así lo testimonian. Pero podríamos decir que sólo ha concluido una parte de esta preciosa historia; ahora el Señor y la Iglesia nos llaman a seguir peregrinando y portando la misericordia de Dios a cuantos la precisan. Sólo queda dar gracias al Señor de la Vida por haber confiado en nosotros para ser portadores de un estandarte que simboliza la misericordia de Dios tan necesaria en este mundo, recordando las palabras del Papa Francisco: «En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas (del mundo), a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia».