Con motivo de este Año Sacerdotal -y con alegría renovada- hemos finalizado nuestra peregrinación sacerdotal a Ars. Es difícil resumir los sentimientos y vivencias que ha suscitado en nosotros; pero sirva esta pequeña crónica como testimonio de estos días inolvidables.
Hemos asistido 19 sacerdotes diocesanos acompañados de nuestro Obispo D. Gerardo.
El día 21 de Septiembre a las seis de la mañana salíamos desde Soria, en autobús, dirección a Lourdes; donde todos pudimos sentir más cercana la presencia de María en nuestras vidas, al poder celebrar la Eucaristía en su Basílica y participar en la Procesión de la Luz, uniendo así nuestra oración sacerdotal a la de multitud de peregrinos y enfermos congregados ese día en torno a la Virgen.
Al día siguiente, 22 de septiembre, tras la celebración de la Eucaristía en la gruta de las Apariciones, partíamos desde Lourdes a Ars. A pesar de los muchos kilómetros tuvimos un viaje feliz en el que, unidos a nuestro Obispo, pudimos compartir la oración, el amor fraterno, el diálogo y el alimento y también la alegría y el gozo de nuestro sacerdocio.
La parada en Carcassonne motivó todavía más nuestro «ser» y «sentir» sacerdotal y eclesial, pues visitamos la ciudad a la que Santo Domingo de Guzmán tanto quiso y convirtió con su predicación. En su Iglesia-Basílica queda reflejado en una placa el testimonio del carisma de Santo Domingo.
Llegados a Ars -y una vez alojados en la Maisson de Saint Jean- nuestra primera visita fue su Basílica; en ella, ante el sagrario y la urna-relicario del Santo Cura de Ars, dimos gracias a Dios y suplicamos la gracia y la ayuda del Señor para poder ser -como Juan María Vianney- sacerdotes fieles y pastores santos en el mundo y en la Iglesia.
El día 23, miércoles, fue para nosotros un día de retiro y oración. Tras el rezo de Laudes, nuestro Señor Obispo nos dirigió una bonita reflexión sobre la grandeza y la hermosura del sacerdocio ministerial; luego tuvimos la celebración penitencial y pudimos también celebrar la Eucaristía en la Capilla donde se halla la urna-relicario de San Juan María Vianney. Ante su cuerpo incorrupto hicimos la renovación de nuestro compromiso sacerdotal con la misión que el Señor nos ha encomendado. ¡Fue, desde luego, todo un regalo del Señor poder sentir este día su amor infinito y su perdón, poder orar con paz por todos y poder alcanzar la gracia jubilar!
De mañana, el día 24, empezaba nuestro regreso con destino a Gerona. Comenzamos el día felicitando todos con inmensa alegría a nuestro Sr. Obispo en el día de su cumpleaños. Enseguida tuvimos la celebración de la Eucaristía en el Altar mayor de la Basílica de Ars. ¡Entre las muchas plegarias, allí quedó nuestra oración más ferviente por nosotros, por nuestro presbiterio diocesano y por todos los sacerdotes del mundo!
De paso por Lyon pudimos contemplar la grandeza y hermosura de su Catedral primada de San Juan y la resplandeciente Basílica de Nuestra Señora de Fourvière, signo de la fe y devoción mariana de los lioneses. Y ya, por la tarde, visitamos el Palacio de los Papas de Avignon, magnífica y maravillosa muestra de la estancia de los Papas en este lugar. Llegamos a Gerona al anochecer donde, una vez instalados, pudimos disfrutar con mayor sosiego de la fraternidad sacerdotal y del cumpleaños del Sr. Obispo.
Y el día 25 de septiembre nuestra peregrinación llegaba a su fin. Nuestro agradecimiento al Sr. Obispo de Gerona y Cabildo catedralicio que nos saludaron, acogieron y nos permitieron este día celebrar la Eucaristía en su S. I. Catedral. Nos obsequiaron con una visita guiada por los museos de la Catedral, que cuenta con verdaderas joyas del arte como el Beato miniado y el tapiz de la Creación entre otros.
Una vez en Zaragoza, en la Basílica del Pilar, finalizamos la peregrinación poniéndonos a los pies de María y celebrando las Vísperas como último acto de nuestra peregrinación. Agradecemos igualmente la acogida y la cercanía del Cabildo Metropolitano de Zaragoza.
Ahora, desde nuestro quehacer cotidiano, valoramos lo beneficiosa que ha sido esta peregrinación. En ella hemos experimentado la comunión y la fraternidad sacerdotal, la catolicidad de la Iglesia, el espíritu misionero de Santo Domingo y la vivencia sacerdotal, ardor apostólico y trabajo parroquial del Santo Cura de Ars.
Por todo ello queremos agradecer a Dios por habernos regalado esta Peregrinación, a los hermanos sacerdotes que se han animado a participar, a cuantos han rezado por nosotros y a todos los que han hecho posible que peregrinar a Ars haya sido una hermosa realidad.
Manuel Peñalba Zayas
Delegado diocesano para el clero