El Domingo 18 de enero celebramos el comienzo de la Semana de oración por la unidad de los cristianos. Comenzamos la Semana con la lectura pública de un Manifiesto en la Plaza de San Esteban, tras el cual nos unimos todos en oración por la unidad de los cristianos. Oración, música y grandes paneles con algunos grandes testigos de la fe que han ido abriendo el camino hacia la unidad, como San Juan XXIII, el Hermano Roger de Taizé, Atenágoras I o Paul Couturier, entre otros, para expresar nuestro deseo de cumplir la voluntad de Jesús, que seamos todos uno.
El lunes 19 comenzamos a las cuatro de la tarde con un estudio bíblico en un café local, con las primeras reflexiones propuestas para cada día de la Semana en los materiales de este año. Un momento para la reflexión conjunta en el que analizamos cuál es el verdadero significado de «atravesar Samaria», salir al encuentro del otro, del distinto, del que despreciamos o ignoramos… A las siete y media, en la Casa diocesana tuvo lugar una presentación de la Semana con entrega de materiales, introduciendo a tres figuras importantes en la construcción de la unidad: el sacerdote ortodoxo rumano Dumitru Staniloae, que fue presentado por el P. Gabriel Danila; el pionero del ecumenismo en España, Julián García Hernando, presentado por José Luis Martín; y el Hermano Roger, fundador de la Comunidad de Taizé, por Maite Eguiazábal (los tres cristianos de las tres grandes tradiciones, ortodoxa, católica y protestante, respectivamente). Todos ellos contribuyeron en gran medida a la construcción del camino hacia la unidad. También compartimos los mensajes, oraciones, videos y canciones que nos enviaron desde la Primera Iglesia Baptista de Abilene (Texas), para unirse en oración a nosotros en estos días tan especiales: son hermanos con quienes compartimos el camino y la misión por amor. Nos acompañó, siempre desde el cariño, la cercanía y la fraternidad, nuestro amigo Ahmed El Boutaybi, presidente de la Comunidad Islámica de Soria, con quienes compartiríamos días después varios encuentros dentro de la programación de la Semana.
El martes 20, tercer día de celebración, disfrutamos de un café-tertulia con profesores, maestros, políticos…Hablamos de ecumenismo, del porqué de la necesidad de beber de otros pozos, de nuestra aportación como creyentes a la construcción de una sociedad mejor, de la importancia de unirnos en el trabajo de hacer presente a Dios en la sociedad. Estuvimos presentes un grupo muy diverso de cristianos y contamos con las siempre ricas aportaciones de Ahmed El Boutaybi. A la reflexión de la necesidad de caminar juntos hacia la unidad de los cristianos, añadimos también la de caminar en entendimiento y respeto junto a nuestros hermanos de otras religiones, del tender siempre puentes de conexión hacia el otro, puesto que Dios se hizo hombre y derramó su sangre por todos y cada uno de los habitantes de la Tierra. Por este motivo, y pensando también en los miles de personas, cristianos y gentes de otras religiones que están derramando hoy su sangre, se puede decir que estamos viviendo un ecumenismo de la sangre, esa Sangre que nos une y nos salva.
Pasadas las seis y media, probablemente en el día más frío del año, nos situamos en la Plaza de San Esteban y presentamos a nueve figuras importantes en el caminar ecuménico, ortodoxos, protestantes y católicos, testigos poderosos del amor de Dios que han contribuido en mucho a abrir nuestros corazones al deseo de unidad: los patriarcas Atenágoras I y Teoctist, Maria Skobtsov, Dietrich Bonhoeffer, el Hermano Roger de Taizé y Sor Minke de Vries, San Juan XXIII, Paul Couturier y Chiara Lubich. Dando pinceladas sobre sus vidas e invitando a los viandantes a que nos acompañaran tomando algo caliente y un dulce, fue una tarde en la que dejamos la semilla de la unidad en nuestras calles. También estuvimos presentes en la Misa de ocho de la parroquia de El Salvador, donde pudimos orar junto a la comunidad reunida por la unidad de los cristianos.
El miércoles 21 pasó el día con nosotros Dominik Kustra, miembro de Ayuda a la Iglesia Necesitada. En dos colegios, en la radio, en la universidad (de la mano de Pedro I. Utrilla Soria, delegado episcopal de pastoral universitaria), en la visita a las hermanas clarisas, en la conferencia que impartió en la Casa diocesana y en la cual transmitió la terrible realidad de persecución y genocidio que los cristianos están viviendo en algunos países del mundo (Irak, Nigeria, Siria, Pakistán…). Hizo especial referencia a su reciente visita a Irak, donde fue junto a otros dos misioneros a pasar la Navidad con la familia cristiana en Irak, que tan duramente está sufriendo las consecuencias de la persecución y la necesidad extrema. Pudo ver que, a pesar de todo, estos hermanos cristianos por los que nosotros oramos también oran por nosotros pero por un motivo bien diferente: ellos oran para que fortalezcamos o recuperemos nuestra fe en Occidente. Por otra parte, expresó la necesidad de ayuda, ya que en muchos casos, como el de Irak, la única ayuda que reciben los miles de refugiados que viven en campos en tiendas de campaña, sin colegios y pasando todo tipo de necesidades, proviene exclusivamente de la Iglesia. Nos acompañó durante la conferencia de nuevo Ahmed El Boutaybi, que nos abrió una vez más las puertas de su casa para compartir la deliciosa cena en familia.
El jueves 22 celebramos la vigilia de oración ecuménica en la parroquia de San Francisco de Asís (Soria), a las siete y media de la tarde. Presidían la celebración el Obispo de nuestra Diócesis de Osma-Soria, Mons. Gerardo Melgar Viciosa, y el P. Gabriel Danila, sacerdote de la Iglesia Ortodoxa Rumana en Soria, a quienes acompañaba el párroco, Julián Callejo Matute. Fue una oración muy sencilla en la que oramos y meditamos en torno al misterio del agua viva, agua de Vida eterna. Unidos en oración las comunidades ortodoxa y católica, una vez más experimentamos la vivencia sanadora de la reconciliación y manifestamos desde lo profundo de nuestro corazón, desde la oración común, nuestra voluntad de seguir la voluntad de Dios, de caminar unidos según Dios quiera y por los medios que Él quiera, presentándonos como ofrendas vivas de un ecumenismo visible, de la vida, del día a día, desde la pequeña realidad en la que Dios nos ha situado. La proclamación del Credo común, nuestra oración, y los gestos de paz con los que concluimos la bella celebración sellaron en Cristo esta realidad.
El viernes 23, después del enriquecedor estudio bíblico, nos concentramos en la Plaza de Mariano Granados. Allí, rodeados de las imágenes de los grandes testigos de Cristo y constructores de unidad que estamos presentando a lo largo de la semana, construimos una cruz con rostros de personas, muchas personas, personas diferentes como representación de nuestra unidad en la diversidad. Y compartimos palabras de sabiduría, de amor de aquellos que nos han precedido en la fe: «nunca vaciles en tender la mano; nunca titubees en aceptar la mano que otro te tiende», decía San Juan XXIII. Y con esa actitud fuimos presencia viva en la calle de ese amor que nos une y alienta. Concluimos orando y rezando el Padrenuestro, todos unidos de la mano. A continuación, en la Casa diocesana, pudimos contemplar y emocionarnos con la película «Madre Teresa» en la que se pone de manifiesto la singularidad, valentía, firmeza y coherencia en el seguimiento de esta mujer que quiso hacer siempre la voluntad del Señor, sin esperar nada, al lado de los más pobres entre los pobres en humildad, entrega y fidelidad radical.
El sábado 24 fue un día muy especial. Pasado el mediodía celebramos una preciosa concentración juntos cristianos y musulmanes. Ahmed El Boutaybi, acompañado por muchas personas de su comunidad, y la Asociación de mujeres musulmanas con niños que portaban mensajes de paz, junto a ortodoxos y católicos, formamos un numeroso grupo de gente que inundamos la Plaza de San Esteban y parte del Collado con palabras y gestos de fraternidad, reconciliación y paz. Se unieron un grupo de niños y jóvenes de la parroquia de Santa María La Mayor (Soria) que venían todos unidos sosteniendo una cuerda. Al llegar formaron un círculo con ella que nos unía a todos los presentes, queriendo manifestar con ello el lazo de fraternidad que nos une a los que nos reconocemos hijos de Dios.
Dirigiendo el encuentro el P. Ángel Hernández Ayllón, tras unas palabras de Ahmed y la lectura de un texto que hacía referencia a la voluntad siempre de paz del verdadero musulmán, el P. Gabriel Danila leyó la Palabra de Dios en el pasaje del buen samaritano y el mandamiento del amor. Entre todos leímos el Decálogo de Asís para la paz, a cuyos compromisos nos adherimos plenamente. Y, por último, la Asociación de mujeres musulmanas leyó una declaración de condena al terrorismo. Concluimos haciendo un llamamiento a una libertad de expresión con unos límites bien marcados, sin ofender o insultar a los demás. Por último, unimos nuestras manos durante unos instantes y nos saludamos con abrazos llenos de verdadera alegría y emoción. El té, los dulces que compartimos y el rato de convivencia que disfrutamos fueron un signo más de nuestro caminar en la diversidad (que nos enriquece) hacia una meta común: vivir y transmitir, con nuestras vidas, el amor de Dios en este mundo.
El estudio bíblico de las cuatro de la tarde, dirigido por un hermano evangélico, fue una auténtica bendición. Pudimos analizar juntos el pasaje de Jesús y la Samaritana, en las últimas reflexiones propuestas en el Octavario. Constatamos una vez más la riqueza que nos aportamos unas Iglesias o comunidades eclesiales a otras, en el compartir nuestros respectivos dones, y la ayuda que esto supone para ahondar en el conocimiento pleno de la Verdad-Dios y para sostenernos en el seguimiento.
A las seis de la tarde, todos reunidos en la Ermita de Nuestra Señora del Mirón, dirigimos a Dios nuestra oración, participando de una oración ortodoxa, el Canon del Paráclisis, oración de gran profundidad y belleza que nos hizo sentir esa pertenencia espiritual a la única Iglesia de Cristo, la invisible, la formada por todos aquellos creyentes en Cristo Jesús. Tras la predicación del P. Ángel Hernández Ayllón, a invitación del P. Gabriel, se realizó una colecta para la campaña por Irak de Ayuda a la Iglesia Necesitada. Como siempre, después de la bendición y la unción de aceite que nos impuso el P. Gabriel, compartimos unos deliciosos dulces rumanos y gozamos de un rato de encuentro y convivencia.
El domingo 25 concluimos esta semana de bendición compartiendo una comida fraterna que nos llenó a todos de una alegría grande y profunda. Un centenar de personas de distintas confesiones, distintas religiones, distintas nacionalidades, distintas culturas, distintos colores… pero que compartimos un sueño común que se puede hacer realidad: el vivir unidos, en paz, en un proceso de conocimiento mutuo que nos lleve a estar cada vez más cerca unos de otros. Había todo tipo de platos sobre la mesa: bandejas llenas de exquisito couscous, deliciosos sarmales rumanos, platos bolivianos, dominicanos, brasileños, ecuatorianos, un rico caldo calentito y las tradicionales tortillas españolas, postres y dulces diversos de todos estos países…Tuvimos también muy presente, como cada día, a nuestra querida comunidad eclesial hermana de Abilene (Texas), que nos acompañó toda la Semana y cada día en la oración y el afecto.
Desde la Delegación episcopal de ecumenismo y diálogo interreligioso se agradeció a esta gran familia la participación en los encuentros de estos días y se entregaron algunos regalos a aquellos con quienes el caminar ecuménico e interreligioso se hace posible: a la comunidad ortodoxa rumana; a la comunidad islámica; a la Asociación de mujeres musulmanas; al misionero soriano Emilio José Almajano; al sacerdote diocesano Martín Zamora; a Juan Carlos Cacho, político local que siempre ha luchado por la integración y que lleva sus principios cristianos a la esfera política; y a Jesús Rivera, cristiano comprometido y profesor de Religión que está aportando una gran riqueza a la educación de nuestros jóvenes con su firmeza de fe y su sensibilidad ecuménica, de diálogo y respeto entre religiones.
Damos gracias a Dios por haber podido compartir esta intensa Semana de bendición. Que sea visible para todos que nos unen lazos de fe y de amor cuya única fuente es Dios y que estamos dispuestos a ser velas encendidas en el caminar diario entre la gente que nos rodea. El P. Paul Couturier, promotor de la Semana de oración, decía que la unidad de los cristianos llegará tal y como Dios quiera y por los medios que Él quiera. Así, oramos:
Señor Jesús, que en la víspera de morir por nosotros,
oraste para que todos tus discípulos sean perfectamente uno,
como Tú en Tu Padre y Tu Padre en Ti,
haznos sufrir dolorosamente
la infidelidad de nuestra desunión.
Danos la lealtad de reconocer,
y el valor de rechazar,
lo que se oculta en nosotros de indiferencia,
de desconfianza e incluso de hostilidades mutuas.
Concédenos encontrarnos todos en Ti,
a fin de que de nuestras almas y de nuestros labios suba incesantemente
Tu oración por la Unidad de los Cristianos,
tal como Tú la quieres,
por los medios que Tú quieras.
En Ti, que eres la caridad perfecta, haznos encontrar el camino
que conduce a la Unidad en la obediencia a Tu Amor y a Tu Verdad,
a fin de que el mundo crea que Tú has sido enviado por el Padre. Amén.