El logo del Año Jubilar ha sido realizado por las HH. Clarisas y el soriano Diego Martínez Larena.
Está compuesto por cuatro elementos principales:
1. En primer lugar el lema del Año Jubilar “Aquí el Amor es amado”. Es la frase que la Venerable Madre Clara Sánchez sentía en su corazón como respuesta al grito de San Francisco de Asís quien, dolido por la indiferencia de muchos hombres de su tiempo, repetía frecuentemente: “¡El Amor no es amado!”.
2. El segundo elemento es una custodia; en ella se expone a Jesús Eucaristía desde hace 75 años de forma ininterrumpida en el monasterio soriano. El Santísimo Sacramento es el centro de la vida de la comunidad, es “el Todo de esta casa”, y es el motivo por el que el Papa Francisco ha concedido el Año Jubilar que pretende, principalmente, que cada vez más sorianos se acerquen a Jesucristo, presente en la Eucaristía, y se enamoren de Él.
El pie de la custodia trae a la memoria al río Duero, junto al que se asienta la ciudad de Soria; recuerda cómo Jesús Eucaristía sacia la sed del corazón humano, sediento de verdad y de vida, y cómo “el agua que Yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para Vida eterna” (cfr. Jn 4, 5-42).
3. Junto a la custodia aparece la fachada del monasterio de Santo Domingo, sede de la comunidad de las Hermanas pobres de Santa Clara en Soria. En este convento las Hermanas viven escondidas con Cristo en Dios (cfr. Col 3, 3) y recuerdan, con su presencia, cómo la vida contemplativa consagrada a Dios en el silencio, en el anonimato, en la ausencia de motivaciones y recompensas o frutos materiales, y alimentada única y sustancialmente de la fe y la esperanza en el Amor de Dios, es un acto continuo de adoración, pues patentiza la supremacía de Dios, la total validez de su Amor como valor absoluto que plenifica, realiza y da la felicidad a la vida que se le entrega por completo.
4. Finalmente todo el conjunto viene rodeado por el cordón franciscano. San Francisco de Asís dio el último paso en su difícil conversión, que ya duraba varios años, al encontrar lo que Dios quería de él en la escucha del Evangelio. Fue un día de febrero de 1208 cuando, con unos 26 años, escuchó las palabras que Jesús les había dicho a sus discípulos cuando los mandó a predicar, en las que les decía que no necesitaban nada para el camino, “ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón…” (Mt 10, 10). Tras la oportuna reflexión entendió que, por fin, Dios le había mostrado el camino que debía seguir y no tardó en ponerse en marcha. Para ello se despojó de su cinturón de cuero y se colocó una cuerda en la cintura. Haciendo alusión a este cambio, San Francisco convenció al caballero Ángel Tancredi, quien luego se convertiría en uno de sus más fieles compañeros: “Hace ya demasiado tiempo que llevas cinturón, espada y espuelas; es necesario que trueques el cinturón por la cuerda, la espada por la cruz, y las espuelas por el polvo del camino. Ven y sígueme, pues te haré caballero de Cristo”.
Los tres nudos del cordón franciscano, que aparecen en el logo, simbolizan la obediencia, la pobreza y la castidad; tres votos con el objeto de que nada evite alcanzar a Cristo. De este modo, la pobreza elude el estar esclavizados al dinero, teniendo como riqueza a Dios; la obediencia es la libertad para seguir la voluntad de Dios Padre; y la castidad es el medio para no centrar el amor en una persona concreta sino en todas. El cordón franciscano es, en definitiva, un símbolo de la pobreza evangélica y del seguimiento a Jesús sin condiciones.