El misionero soriano Pablo Hernando Moreno, Administrador Apostólico de Cafayate

El P. Pablo Hernando Moreno OSA ha sido designado por el Papa Francisco como Administrador Apostólico de la Prelatura de Cafayate (Argentina). Así lo comunicó el encargado de negocios de la Nunciatura Apostólica en Argentina, Mons. Aliaksandr Rahinia.

El misionero soriano, sacerdote de la Orden de San Agustín, gobernará la Prelatura sudamericana hasta la designación de un nuevo Obispo, tras el fallecimiento del Prelado de Cafayate, Mons. José Demetrio Jiménez Sánchez Mariscal OSA, ocurrido el pasado 23 de octubre.

El P. Pablo Hernando Moreno nació en Soria el 27 de abril de 1946. Ingresó en la Orden de San Agustín, donde emitió su profesión temporal el 27 de septiembre de 1964 y profesó los votos solemnes el 3 de octubre de 1967. Fue ordenado sacerdote el 12 de julio de 1970. En octubre de 1970 fue destinado a la Prelatura de Cafayate (Salta, Argentina) como vicario parroquial en San Carlos. En el año 2014 es destinado a la comunidad de San Agustín de Buenos Aires, donde ocupa el cargo de prior y párroco. El mismo año es elegido Consejero Vicarial, tarea que ocupa hasta la fecha. En junio de 2019 es nombrado Vicario del Vicariato “San Alonso de Orozco” de Argentina y Uruguay.

“Durante todos los años trascurridos en la Prelatura de Cafayate (¡970-2003) me dediqué a la evangelización de cada comunidad cristiana, a la formación de catequistas y de animadores de las comunidades, para atender todos y cada uno de los puestos de la misión; cuando los sacerdotes no podíamos asistir, los animadores hacían la celebración de la Palabra”, relata el P. Pablo. “También trabajé mucho, con ayuda de la Delegación episcopal de misiones de la Diócesis de Osma-Soria, en la promoción humana de las personas. Les ayudaba en los comedores comunitarios, con becas para estudiantes y a los ancianos con el Hogar para las personas de la tercera edad”, cuenta agradecido.

“Tengo que dar gracias a Dios por haberme permitido entregar los primeros treinta años de mi sacerdocio a estos niños de rostro tostado, a los jóvenes que tanto les cuesta abrirse camino en la difícil situación que vive el país, y a los ancianos, que han envejecido y tienen sus manos curtidas en largos días de trabajo bajo el sol radiante de nuestra querida tierra argentina, por haber podido convivir con estas personas del Valle Calchaquí”, cuenta emocionado. “Uno de mis recuerdos, grabado a fuego, fue mi primera misión en los cerros, más concretamente en Jasimaná, un paraje de la parroquia de San Carlos, a unos tres mil metros de altura sobre el nivel del mar. En 1972, cuando subí a celebrar la primera fiesta patronal, hacía unos veinticinco años que no recibían la visita de un sacerdote. Fue algo muy fuerte, y lo más importante es que significó el despertar de la comunidad”.

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