Este domingo 15 de enero ha tenido lugar en la parroquia de Santa Bárbara de la ciudad de Soria la celebración de la Jornada mundial del emigrante y del refugiado bajo el lema “Menores migrantes, vulnerables y sin voz. Reto y esperanza”. La Jornada ha consistido en la celebración de la Santa Misa seguida de un rato de convivencia.
La ceremonia, que comenzó al mediodía, fue presidida por el delegado de migraciones, Julián Perdiguero Serrano, que excusó la presencia del Administrador diocesano, Gabriel-Ángel Rodríguez Millán, por complicaciones de agenda. Concelebró el párroco de Santa Bárbara, Manuel Peñalba Zayas, que junto a su comunidad acogió con mucho cariño esta celebración. Durante la Santa Misa, cuidadosamente preparada por los integrantes de la Delegación (todos ellos de diferentes nacionalidades presentes en Soria), han tenido un papel protagonista los niños, a quienes está dedicada la Jornada de este año de manera muy especial. Junto al altar, las diferentes imágenes traídas por los emigrantes, imágenes de especial devoción en sus países de origen: la Virgen del Cisne, de Quinche, de Urkupiña o de Altagracia, el Señor de los Milagros o el Tata Bombori. Un grupo de cantores igualmente variado ha acompañado la celebración con bellos cantos, con instrumentos y melodías propios de sus países de procedencia.
Al finalizar la Santa Misa, todos los asistentes han sido invitados a participar en un aperitivo organizado por la Delegación y las asociaciones en el que se han compartido “deliciosos platos preparados por las manos de nuestros hermanos ecuatorianos, bolivianos, peruanos, dominicanos, uruguayos…”, han manifestado desde la Delegación. Tampoco han faltado los bailes tradicionales ofrecidos por un grupo de la República Dominicana y por los caporales bolivianos, que han dado color y alegría al ya de por sí agradable momento de convivencia fraterna.
“Compartimos la fe y compartimos la vida”, ha recordado el delegado de migraciones en su homilía, “y no sólo en una jornada especial como ésta sino, sobre todo, en el día a día. Es labor de todos acoger, acompañar y ayudar a aquellos que habiendo dejado sus países viven con nosotros formando entre todos nuestra sociedad. Con su presencia y aportaciones contribuyen al enriquecimiento general, cada uno con sus particularidades culturales, en ese camino que recorremos juntos hacia el Señor”.