La primera comunión, ¿sólo acto social?

Tradicionalmente, durante el tiempo de Pascua se celebran en nuestras parroquias las primeras comuniones de los niños que han culminado su ciclo de preparación para recibir este sacramento. Lo importante es resaltar la relación de la celebración eucarística con el Domingo, “Día del Señor”, y crear en los niños el hábito de asistir a la Santa Misa como acto central de la santificación del Domingo. La celebración de la primera comunión es una ocasión única para que la familia y el niño se incorporen más plenamente o afiancen su pertenencia a la parroquia. De ahí la conveniencia, siempre que sea posible, de que los niños hagan la primera comunión en grupo.

El lugar propio, tanto de la celebración como de la preparación catequética, para recibir la eucaristía por primera vez es la parroquia en que vive el niño. Es ahí donde él entiende de manera práctica lo que significa pertenecer a la Iglesia en su realidad más cercana que es precisamente la parroquia. Si por algún motivo serio, y no de mera conveniencia, los padres desean que su hijo haga la primera comunión en una parroquia distinta a la de la preparación, han de justificarlo y pedir al párroco propio un certificado que acredite que el niño está suficientemente preparado.

Es deseable que los fieles conozcan cuál es la normativa de la Diócesis en relación al “tiempo” de celebrar las primeras comuniones ya que en ocasiones se producen quejas por la costumbre en algunas parroquias de celebrar las primeras comuniones los sábados por la mañana, lo cual genera confusión, particularmente entre parroquias vecinas, y puede establecer una distinción injusta entre los sacerdotes que tienen presente la norma y quienes la incumplen. Una norma que se resume en lo establecido por el Directorio de los sacramentos de la iniciación cristiana: “El tiempo más apropiado para la recepción de la primera Eucaristía son los Domingos de Pascua, pero puede hacerse otros Domingos; lo importante es resaltar la íntima relación de la celebración de la Eucaristía con el “día del Señor” y crear hábito de asistir y participar en la Eucaristía Dominical. Si por alguna razón se hiciese en el sábado, deberá ser una vez empezada la celebración del Domingo, esto es, por la tarde. La celebración de la primera Eucaristía no es solo una fiesta de la familia del niño, sino también de la comunidad cristiana” (n. 68). Los sacerdotes no deberían dejarse llevar por razones espurias o ceder a la presión de algunos padres que consideran que para ellos es más cómodo tener el banquete familiar el sábado y no el Domingo. Este tipo de planteamientos no es asumible. Por el contrario, se ha de hacer un esfuerzo para explicar a los fieles la fundamentación teológico-litúrgica en la que descansa esta norma.

En esta línea, es educativo recordar a los padres la sencillez que el espíritu del Evangelio reclama para estas celebraciones; los excesos, el derroche y el despilfarro están en contra del talante cristiano que ha de existir en la fiesta de la primera comunión. Es tarea urgente revisar la praxis y devolver a esta celebración la autenticidad y sencillez que nunca debió perder.

Finalmente, tras la primera comunión, téngase más en cuenta la necesidad de continuar el itinerario de la iniciación cristiana de los niños tanto en la catequesis como en la participación en la misa parroquial del Domingo. Ésta es una idea que ha de inculcarse a los padres: sin continuidad, tanto catequética como sacramental y vivencial, no hay iniciación cristiana, porque el proceso queda cortado en el mejor de los casos hasta la confirmación; por eso, es difícil que se pueda lograr una mínima madurez cristiana. La permanencia en la catequesis tras la primera comunión es una responsabilidad de los padres cristianos, pero también y sobre todo de los párrocos y catequistas, llamados a colaborar con los padres en el crecimiento de quienes serán el futuro de la sociedad y de la Iglesia.

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