Las delegaciones de Pastoral de la Salud reflexionan acerca de la pandemia del Covid-19

Las delegaciones de pastoral de la Salud de las diócesis de Castilla y León (Región del Duero) han reflexionado en torno a la pandemia del Covid-19 y han recogido sus aportaciones en un documento cuyos puntos principales exponemos a continuación:

A) ¿Cómo hemos vivido esta situación de pandemia?

  • Con inquietud e incertidumbre en una sociedad herida.,
  • Con miedo a lo desconocido y a sus consecuencias de dolor, sufrimiento y muerte, tanto en el plano de la salud familiar, personal y del entorno social.
  • Con impotencia ante lo inhumano del “trato protocolario” que han sufrido muchas personas mayores y con distintas discapacidades físicas o mentales, a consecuencia del confinamiento prolongado y el distanciamiento obligado.
  • Con sensación de pérdida de las aparentes seguridades en las que se sustentaba nuestro estilo de vida; enfrentando la muerte de seres queridos sin duelo, sin llanto; experimentando una soledad impuesta; sintiendo incertidumbre y siendo más conscientes de nuestra levedad y vulnerabilidad.
  • Permaneciendo en los hospitales los miembros del Servicio Religioso, a pesar de las restricciones de las autoridades sanitarias, cumpliendo las medidas dictadas, siendo presencia silenciosa y disponible de la Iglesia de Jesús.
  • Desde los servicios religiosos de los hospitales y las parroquias viendo con tristeza cuántos enfermos morían sin el acompañamiento espiritual ni humano de un sacerdote o de la familia. Sólo podíamos ponerlos, confiados, en el corazón del Padre.

B) ¿Qué hemos aprendido de esta crisis?

  • Hemos descubierto la necesidad del otro, la importancia de la cercanía personal, el valor de la persona o el inmenso valor de la libertad personal.
  • Que Dios nos acompaña, sostiene y nos sonríe en medio de la tormenta. El Dios revelado en Jesús no nos libra de las tormentas, camina con nosotros en ellas.
  • Hemos percibido el brillo de la misericordia en medio de la crisis: personas arriesgando sus vidas para acompañar y salvar a otras.
  • A inventar nuevos canales de escucha y acompañamiento y a redescubrir la necesidad de tejido socio-comunitario.
  • A ver en cada persona sufriente un rostro necesitado de misericordia y compasión.     
  • Que los más vulnerables son los más afectados en toda tragedia. Así, en esta pandemia, resulta difícil acceder a una consulta con el médico de cabecera o a una consulta especializada y acceder a la necesaria rehabilitación para personas con discapacidad o mayores con lesiones es una tarea compleja y difícil.
  • A centrarnos en la persona y en la caridad.
  • A instalar en la pastoral los nuevos medios empleados en esta situación extraordinaria. Hay que avanzar y potenciar la formación de laicos y potenciar la participación de estos en la pastoral de una manera prioritaria.
  • Que el anuncio del evangelio está estrechamente unido al servicio y acompañamiento de los enfermos.

C) ¿Qué perspectivas vemos para la Pastoral de la salud tras el Covid19?

  • Son tiempos donde hemos de afianzar la espiritualidad cristiana.
  • Nuestra sociedad busca de sentido y no encuentra respuestas, ante un futuro incierto necesita un Dios cercano y humano: el Dios de Jesús Resucitado es quien únicamente puede saciar esta sed de sentido y vida plena.
  • Es imprescindible repensar la acción de la Iglesia respecto a la pastoral en la debilidad sufriente de hoy. No basta con la caridad, siendo esta imprescindible, se requiere del valor evangélico de la encarnación: de vivir la misericordia entrañable junto al sufriente, como nos enseñó Jesús.
  • No sirve una pastoral de enfermos que, a veces, sólo se complace en el cumplimiento y en la administración de sacramentos. Toda la comunidad cristiana debería estar impregnada del sufrimiento de un pueblo que clama.
  • El Covid nos ha mostrado el abandono al que estaban sometidas muchas personas ancianas en las residencias. Los cristianos no podemos mirar para otro lado y culpar de esa situación solamente a las administraciones. Jesús nos pregunta sin cesar: “¿dónde estaba mi Iglesia?” Es necesaria una comunidad encarnada y formada adecuadamente. Se impone un trabajo en red y potenciar los movimientos de Vida Ascendente.
  • La pandemia es un hecho universal de consecuencias imprevisibles a nivel social, político y económico, que ha revelado la debilidad humana. Es este un signo de los tiempos que exige a la Iglesia una respuesta de esperanza y de justicia, la de una iglesia Pueblo de Dios Encarnado a imagen del corazón compasivo y misericordioso de Jesús, en un proceso de conversión y poniendo los riesgos en manos del Espíritu Santo.
  • Es la hora de valorar lo que somos como Iglesia y no mirar al pasado con añoranza: pocos en número y con mucha edad, pero con numerosos recursos espirituales, morales y materiales, que debemos poner al servicio de la sociedad con sencillez y generosidad. Especialmente en los colectivos más vulnerables, junto a los enfermos y sus familias en las parroquias y en las residencias y hospitales, donde no podemos renunciar a estar, como presencia viva, humanizadora, testimonio de la Iglesia de Jesús.
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