Migraciones, peregrinación de fe y esperanza

Con este lema, el Papa Benedicto XVI ha convocado para este 2013 la Jornada mundial del emigrante y de refugiado animando a la Iglesia a una actitud «solícita y maternal» ante el desgarro que acarrea, en palabras del Santo Padre, «querer dejar atrás la desesperación de un futuro imposible de construir».

Para celebrar esta Jornada, la Delegación episcopal de migraciones ha convocado a los inmigrantes diocesanos, especialmente a los de la ciudad de Soria, a la Santa Misa que tendrá lugar en la parroquia de Santa María La Mayor (de Soria) el domingo 20 de enero a las 12.30 del mediodía.

Mensaje del Santo Padre para la Jornada

En la Jornada de las Migraciones

El próximo 20 de enero celebramos el Día de las Migraciones, anunciado por el Papa Benedicto XVI para este 2013 con la lema «Migraciones: peregrinación de fe y esperanza».

Se trata de una Jornada en la que queremos, especialmente en ese día, abrir nuestro corazón a los inmigrantes que viven entre nosotros. Sabemos que la vida de un inmigrante siempre es una vida llena de dificultades: desde el desconocimiento de la lengua, la cultura, el ambiente social de la nación a la que ha emigrado, etc.

Cuando alguien abandona su país de nacimiento y emigra a otro nuevo va, ciertamente, con la ilusión y la esperanza de que allí va a encontrar la tierra prometida, usando la comparación con los israelitas cuando salieron de Egipto; sin embargo, cuando llega al país de destino, tantas veces sufre la decepción de no encontrar lo que esperaba.

Quien emigra emprende un viaje hacia lo desconocido con una maleta cargada y repleta de necesidades, de ilusiones y de sueños. En el mundo hay 191 millones de personas migrantes, lo que se significa el 3% de la población del planeta.     El Papa Benedicto XVI ha calificado el fenómeno migratorio como uno de los signos de nuestro tiempo. La inmigración tiene -en su origen y desarrollo- muy serios problemas pero ella misma no es un problema; es, por el contrario, una de las situaciones estructurales que hay que abordar con creatividad, justicia y eficacia.

Como cristianos, tenemos que ver en el rostro de cada inmigrante el rostro de Jesús, que tuvo la experiencia de ser extranjero y emigrante en Egipto. Para un cristiano, el emigrante debe ser tenido como un hermano, sin distinción ninguna de los compatriotas, pues como decía San Pablo: «Ya no hay judío o griego, ya no hay esclavo o libre, ya no hay hombre o mujer» (Gal 3, 28)

Queridos hermanos emigrantes: yo, emigrante como todos vosotros, quiero que celebremos este día como nuestro día, el día especialmente dedicado por el Papa a nosotros, aunque sin olvidar nuestras raíces y nuestra experiencia religiosa, recordando que aquí donde estamos viviendo ahora somos una parte muy importante de la comunidad cristiana, de nuestra parroquia y de nuestra sociedad en la que hemos insertado nuestra vida.

Con la riqueza y experiencia que llevamos en nuestra maleta de inmigrantes, tenemos que transmitir nuestra fe, nuestra religiosidad y nuestra cultura. Además, debemos arroparnos unos a otros de tal manera que nadie se sienta solo ni abandonado. Tenemos una misión a la que Dios nos ha llamado en esta tierra: ser discípulos, testigos y misioneros del Evangelio regándola con nuestra fe, nuestro amor y nuestra esperanza.

Dios está de nuestra parte y se interesa por nosotros. No nos olvidemos nunca de Él en nuestra vida; contemos con Él y con su ayuda en todos los momentos.

Cartel de la Jornada

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