El Papa Francisco presentó en una ceremonia solemne realizada el sábado 11 de abril por la tarde en la Basílica de San Pedro, la Bula que convoca el Jubileo extraordinario de la misericordia, que lleva el título de «Misericordiae vultus» (El rostro de la misericordia) y que se compone de 25 puntos. Un Año Santo que se celebrará no sólo en Roma sino también en todas las demás Diócesis del mundo. De este modo, la Puerta Santa será abierta por el Papa en San Pedro el 8 de diciembre de 2015 y el Domingo siguiente en todas las iglesias particulares del mundo. Otra de las novedades de este Año Santo es que el Papa ofrece la posibilidad de abrir la Puerta Santa también en los santuarios, meta de tantos peregrinos.
La clausura del Año Jubilar, indica la Bula, tendrá lugar «en la Solemnidad litúrgica de Jesucristo, Rey del Universo, el 20 de noviembre de 2016. En ese día, cerrando la Puerta Santa, tendremos ante todo sentimientos de gratitud y de reconocimiento hacia la Santísima Trinidad por habernos concedido un tiempo extraordinario de gracia. Encomendaremos la vida de la Iglesia, la humanidad entera y el inmenso cosmos al señorío de Cristo, esperando que difunda su misericordia como el rocío de la mañana para una fecunda historia, todavía por construir con el compromiso de todos en el próximo futuro».
El deseo del Papa es que este Año Santo, vivido también en el compartir la misericordia de Dios, pueda convertirse en una oportunidad para «vivir en la vida de cada día la misericordia que desde siempre el Padre dispensa hacia nosotros. En este Jubileo dejémonos sorprender por Dios. Él nunca se cansa de destrabar la puerta de su Corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida».
La Bula, además, explica algunos aspectos sobresalientes del Jubileo: primero el lema «Misericordiosos como el Padre»; a continuación el sentido de la peregrinación y, sobre todo, la necesidad del perdón. El tema particular que interesa al Papa y que se encuentra en el punto 15 indica que las obras de misericordia espirituales y corporales deben redescubrirse «para despertar nuestra conciencia, muchas veces adormecida ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina». El documento hace un firme llamamiento contra la violencia organizada y contra las personas «promotoras o cómplices» de la corrupción. Son palabras muy fuertes con las que el Papa denuncia esta «llaga putrefacta» e insiste para que en este Año Santo haya una verdadera conversión: «¡Éste es el tiempo oportuno para cambiar de vida! Éste es el tiempo para dejarse tocar el corazón. Ante tantos crímenes cometidos, escuchad el llanto de todas las personas depredadas por vosotros de la vida, de la familia, de los afectos y de la dignidad. Seguir como estáis es sólo fuente de arrogancia, de ilusión y de tristeza. La verdadera vida es algo bien distinto de lo que ahora pensáis. El Papa tiende la mano. Está dispuesto a escucharos. Basta solamente que acojáis la llamada a la conversión y os sometáis a la justicia mientras la Iglesia os ofrece misericordia».
El Papa Francisco describe los rasgos más sobresalientes de la misericordia situando el tema, ante todo, bajo la luz del rostro de Cristo porque la misericordia no es una palabra abstracta sino un rostro para reconocer, contemplar y servir. La Bula se desarrolla en clave trinitaria y se extiende en la descripción de la Iglesia como un signo creíble de la misericordia: «La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia».
Francisco indica las etapas principales del Jubileo. La apertura coincide con los 50 años de la clausura del Concilio Vaticano II: «La Iglesia siente la necesidad de mantener vivo este evento. Para ella iniciaba un nuevo periodo de su historia. Los Padres reunidos en el Concilio habían percibido intensamente, como un verdadero soplo del Espíritu, la exigencia de hablar de Dios a los hombres de su tiempo en un modo más comprensible. Derrumbadas las murallas que por mucho tiempo habían recluido la Iglesia en una ciudadela privilegiada, había llegado el tiempo de anunciar el Evangelio de un modo nuevo». El Pontífice recupera la enseñanza de San Juan XXIII que hablaba de la «medicina de la misericordia» y de Pablo VI que identificó la espiritualidad del Vaticano II con la del samaritano. Otra indicación de la Bula hace referencia a la Cuaresma de 2016 cuando el Papa envíe a los «misioneros de la misericordia», nueva y original iniciativa con la que el Santo Padre quiere resaltar de forma aún más concreta su cuidado pastoral. El Papa trata también el tema de la relación entre la justicia y la misericordia, demostrando que no se detiene en una visión legalista sino que apunta a un camino que desemboca en el amor misericordioso.
Otro aspecto original es el de la misericordia como tema común a judíos y musulmanes: «Este Año Jubilar vivido en la misericordia puede favorecer el encuentro con estas religiones y con las otras nobles tradiciones religiosas; que nos haga más abiertos al diálogo para conocerlas y comprendernos mejor; que elimine toda forma de cerrazón y desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y de discriminación». «Ojalá que en este Año Jubilar la Iglesia se convierta en el eco de la Palabra de Dios que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor. Nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar» escribe el Papa. Y concluye: «Que la Iglesia se haga voz de cada hombre y mujer, y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate, Señor, de tu misericordia y de tu amor que son eternos»».