Sor Mª Aránzazu, esposa de Cristo para siempre

El sábado 6 febrero, la joven hermana clarisa Sor Mª Aránzazu Benedicta de Jesús Crucificado ha emitido su Profesión solemne según la Regla de Santa Clara.

Lo ha hecho en una celebración que ha tenido lugar en el Monasterio de las Hermanas pobres de Santa Clara, de la ciudad de Soria, a las doce de la mañana, y que ha estado presidida por el Obispo de la Diócesis de Osma-Soria, Mons. Gerardo Melgar Viciosa, al que han acompañado una quincena de sacerdotes, entre quienes se encontraba el Vicario episcopal de pastoral, Jesús F. Hernández Peña; el Vicario episcopal de Patrimonio y secretario personal del Sr. Obispo, Juan Carlos Atienza Ballano; y el capellán del Monasterio, el franciscano Francisco Jimeno.

La joven, de Alcalá de Henares, de donde han llegado decenas de vehículos particulares y un autobús de familiares y amigos que han llenado la iglesia de Santo Domingo, forjó su vocación -según su propio testimonio- en una familia profundamente cristiana que le inculcó desde su más pronta infancia «una tierna y confiada devoción a nuestra Madre del Cielo».

La joven profesa se ha mostrado a lo largo de toda la celebración muy emocionada, especialmente en el diálogo que ha mantenido con el Obispo diocesano al pedir la admisión perpetua en la Orden de San Francisco y Santa Clara; en el momento de emitir su profesión perpetua con las manos unidas a las de la madre abadesa; en el momento -al final de la Eucaristía- de dar gracias a todos los presentes; o cuando se ha leído la especial bendición que Su Santidad, Benedicto XVI, ha enviado desde Roma.

Sor Mª Aránzazu confiesa que desde pequeña se preguntaba cuál sería la voluntad de Dios sobre su vida y que ella sentía que «el Espíritu Santo me movía a no desear otra cosa, a buscar sin descanso para ocupar aquel lugar que [Dios] me hubiera asignado en el Cuerpo Místico […] para bien de su Santa Iglesia y salvación de todas las almas».

Miembro, desde joven, de la Legión de María, confiesa que pensó en formar una familia cristiana en la que servir a Dios. Sin embargo sentía la certeza «de que el Esposo de mi alma era Dios y que me quería totalmente para Él».

Cuando solo tenía 15 años, empezó a sentir «mil dudas» respecto a su vocación. Así, en este camino de descubrimiento, conoció a las Misioneras de la Caridad sin que allí el Señor «le dijese nada». Fue al conocer a las Clarisas en Soria cuando sintió «una inmensa paz, tranquilidad y alegría» sintiendo la certeza de haber encontrado lo que Dios quería de ella.

Con esa certeza el 2 de febrero de 2004 entró en el Monasterio de Santo Domingo donde, años después, emitiría sus votos temporales y donde el 6 de febrero se ha consagrado a Dios para siempre siguiendo a Jesucristo al estilo de San Francisco de Asís y Santa Clara.

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