Hola a todos:
Después de dos salidas seguidas a los recintos del campo, otra vez volvemos al lugar bullicioso de Quinindé, donde es posible, siempre y cuando haya luz, poder utilizar esto que llamamos comunicación, pero yo pienso que lo que hace es arrinconar la hermosura del compartir de corazón a corazón debajo de un cocotero o mientras se camina por medio de la selva mientras se visitan los hogares mas humildes.
¡Qué contaros de aquí que ya no me hayáis oído! Los sentidos hermanos se desarrollan: la vista mira mas allá de harapos y pobreza a personas cargadas de vida y acogida; el oído escucha situaciones de dolor y esperanza, en medio del bullicio de los gallos, la salsa o los que no reconocemos; el gusto descubre nuevos sabores o hace de los repetidos (siempre arroz) que sean momentos de providencia; el tacto hace que la piel aun marcada por las picaduras (una infinitud este año) sea encuentro con el Cristo pobre, cada abrazo sea tierra de salvación; el olfato nos lleva a descubrir que la pobreza no es agradable pero que se es capaz de descubrir en medio de ella el buen olor de Cristo.
Experiencia de Dios inolvidable, ¡es tanto lo que recibimos! El calor, los moscos, las incomodidades… se hacen nada cuando todo se hace por amor a Dios. Nuestra oración se hace agradecimiento por tantos beneficios, pero también se hace súplica por tanta impotencia ante situaciones que se nos escapan de las manos y que en nuestro país tendrían tan fácil solución.
Oscar y Mariu regresan ya está semana. Ha sido una gozada poder compartir con ellos esta experiencia. David y yo estamos esperando ya a Rafa, Carmen y Mari Cruz con los mosquiteros preparados y el plato de arroz en la mesa, que cuando se está aquí sabe a pan de ángeles porque es la comida de los pobres.
Os enviamos una foto de nuestra gente, de los que nos cuidan y hacen que nuestra vida cobre sentido.
Orad por nosotros para que sepamos dar lo mejor de nosotros mismos y que no se nos escape ninguna situación que el Señor nos presente.
P. Alberto Cisneros Izquierdo